
Xi Jinping cimenta el poder absoluto que ejerce en China con su reelección para un tercer mandato. Se rodea de acólitos y su elección de Li Qiang como primer ministro acaba con el equilibro de facciones. Sin un sistema judicial independiente y con una prensa completamente controlada, tiene vía libre para implementar su particular visión del mundo. También lo intenta en Ucrania.